lunes, 13 de diciembre de 2010

Necesitaba más. Necesitaba verme los huesos de la cadera, los huesos en mi espalda, las costillas puntiagudas que me dolían al dormir. ¡Aquel dolor exquisito! Calambres en las piernas y el cerebro en remojo. Un cuerpo perfecto para una mujer perfecta. Y sin embargo aún no era feliz.

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