jueves, 10 de febrero de 2011

Sí, quiero matarme. Pero sin que se note, poco a poco. Vomitar todo lo que como hasta sentir el vacío en el estómago. El mismo vacío que tengo en el hueco del corazón y en la memoria, para combinar. Rasgarme la piel, y las entrañas. Matarme desde dentro y desde fuera. Y coleccionar odio, tristeza, angustia, lágrimas, soledad, indiferencia y rabia en botes de cristal. Para después romperlos agresivamente contra el suelo y ver como estallan en cachitos, como una gran ola expansiva que se lo lleva todo. Como un fin. Cientos, y translúcidos trocitos de pequeños cristales que son imposibles de volver a pegar.
Ojalá pudiesen estallar contra el cielo, en lugar de contra el suelo, y pudiese morir en una lluvia de brillantes cristales.

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